viernes, 9 de abril de 2010

Yo no soy un tipo caballero; soy amable (Relato)

Aunque a veces genere resquemores y disputas, suelo sostener que no soy caballero, sino amable. Cosa que, si no nos ponemos detallistas, puede parecer lo mismo, pero no lo es. La mayor diferencia reside en que mi amabilidad no tiene distinciones de sexo ni edad.

La semana pasada, mientras volvía a casa en el colectivo, delante de mí, un preciado asiento se liberó. Fui feliz. Aunque no conté con que había una mujer al lado mío.

En realidad si la vi, pero haciendo honor a la diferencia entre ser caballero o amable, me pregunté lo siguiente; si una mujer tiene más o menos la misma edad que yo, años más, años menos- yo no paso los treinta- ¿Por qué razón tengo que dejarle el asiento? Si yo también estoy cansado, y ella es igual de joven y fuerte que yo.

Egoístamente feliz me eché sobre ese asiento.

Mis nalgas, mis piernas y yo, fuimos un sinónimo de placer durante unos cuántos minutos. Hasta que, resentida, vengativa, la mujer a la cual no dejé sentar me dice:

- ¿No le dejarías el asiento a ella que está embarazada?

Y me señaló a una mujer que estaba de espalda. Fue un golpe bajo. Yo me paré sin chistar, respondí con un gemido, y le dejé el asiento a la embarazada.

- Sentate.

Le dijo a la chica, quien sin entender muy bien qué le decían, se sentó.

A los pocos minutos mis nalgas, mis piernas y yo, ya no éramos un sinónimo de placer, sino de rabia. Yo no me iba a quedar callado. Y aunque no tuviese nada para decir ni reprochar, busqué confrontar con la mujer, que, teniendo una gran cantidad de personas para elegir para que cediera su asiento, me eligió a mí.

- No la vi- le dije con antipatía- si la hubiese visto le daba el asiento.

- Si, seguro- me respondió secándose el sudor, desacreditando mi palabra.

- Claro que si, si la hubiese visto se lo daba, pasa que no tengo los anteojos tan limpios como vos.

La discusión siguió un rato más, girando en torno a si la había visto o no, hasta que decidí quedarme callado.

A las pocas paradas la loca vengativa, se bajó. Yo pensé en decirle mil cosas al momento que pusiese un pie en el cordón, para tener la última palabra, pero no dije nada.

A penas se bajó, le toqué el hombro a la embarazada y le dije:

- Disculpame che, no te vi. No sabía que estabas embarazada...

Ella me miró, sonriendo tímidamente, y me respondió:

- Pero yo no estoy embarazada.

Me alegré de ser amable y no caballero, y le pedí el asiento.

FIN

5 comentarios:

  1. Ja!Me gusto...ahora pobre la chica..que bajon que la confundan con una embarazada!!

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  2. y le pedi el asiento? jajajjaa
    sos un cara rota amable...

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  3. genio...buenisimo lo q acabo de leer

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  4. Está bueno, es original!

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  5. "pasa que no tengo los anteojos tan limpios como vos"

    jJjJJAJAJAJAJAJAJAJAAJ
    muy bueno!!

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