miércoles, 6 de marzo de 2013

HOY SIGO PENSANDO LO MISMO

Me están saliendo canas. Mi padre quedó canoso a los veintiocho años. Mi madre a los veintinueve. Yo tengo veintisiete y me faltan ocho meses para cumplir años. Por la cantidad de canas que tengo- y al ritmo que me van saliendo- dudo mucho que mi cabeza quede enteramente blanca el día de mi cumpleaños. Pero puede pasar. Y me asusta.
Sí, soy nervioso. También rechino los dientes cuando duermo. Me ataco de asma y siempre me duele el estómago. Pero de todos modos creo que las canas se corresponden más a mi genética que a mi neurosis. Bueno, quizás mi neurosis depende casi directamente de mi genética, o bien, de la gran cantidad de pequeños traumas que me causaron mis padres. Sea como sea, es lo mismo; la culpa siempre es de ellos.
Lo que sí dudo, es que la canas salgan a causa de los nervios. ¿A caso eso está científicamente comprobado? Realmente no lo sé. ¿No deberían salirme canas verdes, entonces? ¡Las canas no pueden ser verdes! Si los seres humanos tuviésemos la capacidad de fabricar pelo verde, nadie podría negar que Superman podría vivir a la vuelta de nuestras casas, o de que los X Men son normales; cosas por el estilo.
Pero Superman no existe, desgraciadamente, los X Men son unos raritos, y mis canas son blancas. Ni gris ni plateadas; blancas. Que de puras no tienen nada, ya que están impregnadas de todos los pensamientos sexuales que invaden mi cabeza a cada instante, desde que me despierto hasta que vuelvo a acostarme.
A lo que voy es a que tener canas supone estar creciendo. O al menos, estar cumpliendo años. Indudablemente cumplo años cada año (valga la redundancia), pero no sé si estoy creciendo. ¿Cómo darme cuenta? No lo sé.
Supongo que una manera de medirlo es comprobar si sigo pensando lo mismo que hace algunos años sobre alguno de los temas más trascendentes e importantes de la vida.
Por ejemplo:
  1. Cuando tenía dieciocho creía que pasar ocho horas de mi día trabajando para alguien que por mi trabajo facturase, al menos, diez veces más de lo que yo recibía como paga, era una pérdida de tiempo... ¡Hoy sigo pensando lo mismo!
  2. Cuando tenía quince consideraba que era imposible pasar años y años con una misma mujer sin tener ganas de acostarme con cada una de sus amigas... ¡Hoy sigo pensando lo mismo!
  3. A los siete estaba convencido de que jugar a los videojuegos o al fútbol con mis amigos era lo mejor que podía hacer en el día... ¡Hoy sigo pensando lo mismo!
  4. A los cuatro, sin ir más lejos, al decir/escuchar las palabras “pito, teta, culo”, me mataba de la risa como un desquiciado... ¡Hoy me sigue pasando lo mismo!
  5. Cuando tenía doce, por ejemplo, miraba películas de tiros y soñaba con ser el héroe que las protagonizaba y rescataba, obviamente, a la chica que me gustaba... ¡Hoy sigo soñando lo mismo!
  6. A los nueve tomaba chocolatada y miraba dibujitos sintiendo que quería hacer eso toda mi vida... ¡Hoy sigo haciendo lo mismo!
Bueno, ¡la lista sigue y es inacabable! ¿Y saben qué? ¡En cada punto sigo pensando lo mismo! Digo: hoy trabajo, o al menos intento ganarme la vida haciendo lo menos posible. Juego a los videojuegos con mis amigos (cuando puedo). Las amigas de mi novia son- PORSUPUESTO- todas más feas que ella. Tomo chocolatada mirando dibujitos. Me muero de la risa al escuchar/decir las palabras “pito, teta, culo”. Y en silencio, sigo soñando con que soy Rambo...
Supongo que lo que intento decir es que, parte de crecer, es resignar. Y que aunque sigo pensando lo mismo que antes sobre muchos temas, me adapto, intentando cambiar sin perder la esencia. ¡Algo tan difícil e intrincado que tengo miedo de morirme siendo otro!
En fin, quizás la gracia de la vida consiste en cambiar y vivir así vidas distintas. Como sea, y como ya dije; me están saliendo canas, mi padre quedó canoso a los veintiocho. Yo tengo veintisiete y me faltan ocho meses para cumplir años. Evidentemente eso me pone reflexivo, y me lleva a escribir todo esto sin obtener respuesta... No esperen más de mí.
Para sumar incertidumbre, agrego que me estoy por ir a vivir solo, pero que mi novia me ayuda a decorar y a veces no sé si elige muebles para que los use yo o bien para que los usemos juntos... Como sea, supongo que ese es un tema para tocarlo en la próxima columna. En la que espero, desde luego, ser mucho más maduro (y sin canas).

No hay comentarios:

Publicar un comentario